martes, 8 de marzo de 2011

DE LA ERÓTICA DEL PODER ¿ALGO MÁS?



Sí . Algo más que sabe a caramelo.  Azucarado y de sabor a fresa. La reflexión se me echa encima a partir del soberbio artículo ["El País"]  del que extraigo  parte.
Democracias sanas son aquellas en las que los ciudadanos dedican algunos años a la política:


"Disponemos de un arma defensiva: basta con no votarles. Así recibirán ellos su castigo, no nosotros...
Los políticos han caído en la gran trampa en que se ha convertido el mundo. Se comportan como si las costuras del Estado-nación no hubieran reventado y ellos conservaran intacto el poder que tenían cuando los problemas acababan en la garita de aduanas. Los de ideario socialdemócrata prometen esto, lo otro y lo de más allá, sin hacer mención alguna a sus limitaciones. Lógicamente, al presentarse estas -que siempre parecen sobrevenidas aunque siempre hayan estado ahí-, el gentío las interpreta como un signo de debilidad y no como el estado de cosas. Cuando Zapatero explica las restricciones presupuestarias afirmando: "sé lo que tengo que hacer. Y lo voy a hacer", sus palabras resuenan como las del diligente mayordomo que se dispone a abrillantar la plata. Pero como nunca lo vimos con traje de librea, tenemos derecho a pensar que manda y a exigirle en consecuencia..."


"Los políticos de signo neoliberal, por su parte, se muestran entusiasmados con la idea de llegar a ser genuinamente superfluos: quieren podar las instituciones, la riqueza del Estado y su capacidad de acción. Abogan por reducirlo a su mínima expresión, lo venden a pedacitos, recortan los servicios, sin ver que resultan tan absurdos como un tratante de ganado haciendo proselitismo vegetariano. En algunos casos, como el de las televisiones autonómicas, la ideología resulta indiferente: la más pura incoherencia guía sus actos. Primero las politizan para tenerlas a su servicio y gastan sumas millonarias en una programación insufrible; después, esgrimen el argumento de la escasa audiencia y su alto coste para justificar su privatización. Su ineptitud como gestores, lejos de llevarles a dejar el paso a alguien mejor, les sirve para demostrar la nulidad genética de los políticos y abundar en su propio desprestigio...."


"Pero el español es caso aparte. Su ira va en aumento mientras permanece sentado a través de los siglos. Si acaso, se levanta para llamar a una emisora y bramar contra los políticos, brindándonos la insólita imagen del demos contra la democracia. . Qué era eso nuevo en realidad nadie lo sabía, y gran parte de la opinión pública aceptó encarnarlo en Berlusconi. Para conquistar a la masa fue suficiente un lenguaje no político que camuflaba la nada"...


"Pese a que los antipolíticos den la impresión de no tener recambio, saben que llegará por su propio pie y, como ignoran cuándo, solo se trata de mantener la tensión hasta que cobre cuerpo en el mesías más madrugador. Entretanto, los más honrados de entre nuestros representantes se quedan en un rincón recibiendo pedradas. Permiten que solo tengamos noticia de mayordomos diligentes, tratantes de ganado vegetarianos o corruptos indeseables. No se atreven a decir lo fundamental: que la solución para poner algo de orden en este caos no es menos política, sino más..."






Así, si la alternancia en el poder fuera  un ejercicio sanamente practicado por la clase nominada a gobernar, no habría inconvenientes a la vista. Cada cuatro años dispondríamos la Casa de Todos como merece,  por obra y gracia de los votantes, siempre como es lógico barriendo cada cual hacia su lado elegido, faltaría más.
Pero el ejercicio se nos muestra insano. Y en demasiadas ocasiones saca a relucir la parte menos noble de nuestros dirigentes, desprestigiados si no nulos en su gestión.
El  poder engancha. Diríase que crea adicción: Debe ser  el mandar a los políticos lo que al hierro es el imán, que se atraen fuertemente.
Todos a tejer sus sueños  (de grandeza)  sin prever que se les desplome bajo el peso pesado del contrincante.
Es que aquel  a quién le amargue un dulce, que lo comunique. 
Sugar. Sugar me.

2 comentarios:

  1. Hoy el artículo me ha sabido a poco. Bien escogido el vídeo. Cuántos recuerdos me trae. Y es que parece que esta época ya no es nuestra, que es de los que vienen detrás empujando.
    Bien Pili. Gracias.

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  2. Es verdad que hemos vivido tanto y en tan poco tiempo que me parece que tenemos un poco de empacho. Mi amiga Mari Pepa, italiana, siempre me lo decía: PARECE QUE OS QUEREIS COMER LA HISTORIA. Igual era verdad y las cosas deben suceder a otro ritmo, con otra cadencia. Bueno, como ves, ya he entrado en otra de tus marcas. Alfacar es un pueblo a 8 kilómetros de Granada, justo en donde fue fusilado Federico García Lorca y muchos otros en aquella vergüenza nacional llamada Guera Civil. Un beso

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