A quien calló para siempre. A quien cayó ahora vuelven a dejárnoslo huérfano cultural.
Qué mal ha pintado la crisis, por crisis, que ha arrasado hasta con la memoria del oriolano.
Miguel pesaba demasiado veinticinco años en Elche. Pesaba tanto, como el peso en euros de un convenio firmado por un alcalde socialista.
Pesaba, hasta no poder con la carga los innumerables investigadores de Miguel Hernández, presente y callado en más de cincomil documentos, ahora ya ambulantes por lugares de incógnito.
A quien callaba porque moría se le cercena el espacio público, en que solo se escuchan, para bochorno vergonzante, las voces cicateras de un Pepé al que la crisis y la nula disposición de tolerancia han dejado sin fondos. Lástima económica. Error político sin contemplaciones.
Muda y descarada disposición municipal: Que lo sepa el mundo entero.
¡Qué sonrojo, cargar la culpa a los pobres dineros (públicos) para poner de patitas en la calle al último icono poético que se cargó el vendaval de alimañas nacionales!
Al poeta poco o nada ha de quedarle que no sea amorosamente guardado por sus familiares directos. Por la pléyade de fieles seguidores de su memoria:
Ellos hablarán. Aunque sellen sus bocas.
Ellos recitarán una vez, solo una,
"...Vientos del pueblo me llevan,
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta..."
Hermoso recordar al gran poeta que fue Miguel Hernández y sigue siendo y será siempre. Gracias por recordármelo. Un abrazo. Mi felicitación.
ResponderEliminarPiliMaPilar... bellas palabras se caen de tu pluma... es un placer leerlas y acercarme a tu sentir... besos
ResponderEliminarHas bordado con sus versos este escrito de grito sofocado contra la torpeza,desidia o qué se yo de los de siempre.
ResponderEliminarUn beso.
HERMOSAS PALABRAS, ESCRITAS CON LA PLUMA DEL CORAZON. UN PLACER LEERTE Y ESTAR AQUI.
ResponderEliminarSiempre son los mismos. Llueve sobre mojado. Saludos.
ResponderEliminarMe tiraste un limón, y tan amargo
con una mano cálida, y tan pura,
que no menoscabó su arquitectura
y probé su amargura sin embargo.
Con el golpe amarillo, de un letargo
dulce pasó a una ansiosa calentura
mi sangre, que sintió una mordedura
de una punta de seno duro y largo.
Pero al mirarte y verte la sonrisa
que te produjo el limonado hecho,
a mi voraz malicia tan ajena,
se me durmió la sangre en la camisa,
y se volvió el poroso y áureo pecho
una picuda y deslumbrante pena.
siempre los mismos.Con la leccion que dá el tiempo pasado,y siempre tropezando en la misma piedra.BESOS.ANG...
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