TENDRÉ UN MITO

Ya no puedo más.
O es que todo me puede.
De repente se me han aparecido los que hace escasos cuatro días  llamé amablemente fantasmas.
Reconozco me equivocaba, me equivocaba, como la paloma, que se equivocaba, se equivocaba.
Al pobre Bin Laden lo han traído y llevado  de pantalla en pantalla. De radio en radio y de periódico en periódico. De haber protagonizado algún milagro, incluso podría optar a beatificación, que los poderes eso es lo que tienen: Mucha decisión en su mano.
Bin Laden no llegará a tanto.  Ni a beato ni a santo. Sin embargo, conforme avanzan los datos macabros de su captura,  sube paradógicamente su índice de popularidad, al extremo de que se va a  convertir en mito. Esto es imparable. Si sirviera para centrar  la atención en lo escandalosamente mal que se está  tratando el peligroso tema del terrorismo,  sacaríamos algún provecho. Nada de eso.
Queda  pendiente las torturas. Los Guantánamos. La prepotencia de  los omnipotentes, que son unos cuantos. Las excusas con que se han justificado para matar[lo]. Y entre tanto, crece la sensación de que ni era tan malo Osama, ni tan buenos sus perseguidores.
Luego tengo a punto otro mítico  reconvertido  igualmente de antiguo  fantasma, que es el del paro.   Cada vez con más consistencia  cuanto más decrece. Pero no admite bromas, por más que Don Santiago Carrillo no acaba de creerse lo de los casi cinco millones  de desocupados vagando por las calles.  En este punto, y en otros,  como mitos  también, estamos más que de acuerdo.
Para acabar, ya se figurará el avispado lector cómo llamaremos al mito transcendental, de azulgrana. No podía ser otro que el Barça. Y este sin pasar  antes por fantasma. Todo hay que decirlo.